Catupecu, Palo y a la Bolsa

Cuadro de Situación: avión retrasado 3 horas; remís semi perdido que no encuentra el rumbo al predio y llega, aún con dudas, cuando Catupecu se cuelga los instrumentos y buena parte de la jornada ya se consumió. Así, casi como un cachetazo despabilante, los primeros acordes sirven para acomodarse a la nueva realidad. A la gente que ya lleva horas en el lugar, a la sombra de las sierras que dibujan el contorno del lugar y ante la amenaza latente de una lluvia que, por suerte, no llega.

Quien haya visto a la banda de Fernando Ruiz Díaz en los últimos festivales, sabe de qué viene la cosa. Con un set ya probado, lógicamente reducido por el lugar que esta vez les tocó en la grilla, la banda pegó uno tras otro quitando los soliloquios a los que Fernando, a veces, es tan afecto y ganando en contundencia.

Pero no por breve la cuestión dejó de ser intensa. A la acostumbrada electricidad made in Catupecu se sumaron Wallas (en su clásico Plan B: Anhelo de Satisfacción) y Germán Daffunchio, que redondeó una festejada versión de Magia Veneno. Certeros, potentes y precisos, pasaron los Catupecu. Palo y a la bolsa, como debe ser el rock and roll.