Una de las noches más esperadas en la previa tuvo un condimento que la hizo aún más especial: la lluvia. O, para hacerle justicia a la tremenda cortina de agua, el diluvio. Sólo tres canciones aguantó el cielo antes de empezar a los baldazos.Y allí estaba Motley Crüe, con dos opciones: retraerse lo más posible sobre el escenario, dar un show a reglamento y marchar a otra ciudad; o salir a capitalizar el aguacero, ponerlo a favor y dar un show de aquellos que se saborean durante un largo tiempo. Acaso por la experiencia de tantos años en la ruta, la banda eligió la segunda desde el minuto cero.
Sin temor a que el maquillaje pasara a mejor vida, Vince Neil fue el primero en avanzar por la pasarela. El público, desatado por el arranque con los clásicos Kickstart My Heart, Wild Side y Shout At The Devil, dejó en claro que la lluvia no lo iba a amedrentar. Y, como en un intercambio de cartas bravas, los músicos acusaron recibo de lo que venía de abajo. Tanto Neil, como Tommy Lee y Nikki Sixx lucieron amplias sonrisas durante todo el show, como incrédulos de ver a unas 20 mil personas agitando como si no hubiera un mañana. A juzgar por lo visto, parecían genuinas.
Claro, había excusas para saltar. La lista, salvo por un par de buenas canciones del reciente Saints of Los Angeles, regaló hits de todas las épocas, de esos cuyos estribillos salen de memoria ni bien empieza la canción. Los destacados, Same Ol´Situation, Live Wire, Looks That Kill, Girls Girls Girls y la celebrada Dr Feelgood. El final, con más agua como telón, fue para Home Sweet Home y un coro gigante, con paraguas incluidos.
Ni siquiera algunos inconvenientes técnicos producto del temporal, ni algún que otro pifie del movedizo Vince Neil pudieron empañar un show que pagó cada momento con creces. Los cuatro tienen su momento solista durante el concierto, los cuatro son figuras por sí solos, aun fuera del escenario. Pero cuando están juntos sobre un escenario y rockeando como en los viejos tiempos, los cuatro son dinamita.
